La Vespa velutina se detectó por primera vez en Europa hace 13 años en el suroeste de Francia. Probablemente, viajó junto con mercancías chinas y desde entonces no ha parado de colonizar su particular Nuevo Mundo. En 2010 apareció en la costa vasca y ya se ha extendido por todo el país galo, el norte de España y Portugal.

Todas las avispas son carnívoras, pero esta especie es, además de gigantesca, condenadamente asesina. Sus presas favoritas son las abejas. Las espera a la entrada de las colmenas, atrapa en el aire y arranca la cabeza de un certero bocado, para luego llevarse el tórax como alimento para sus hambrientas larvas, agrupadas en colonias con hasta 15.000 bichos por nido. Una decena de avispas asiáticas pueden matar 30.000 abejas en una semana. De ahí el peligro para los apicultores.

Por suerte, las propias abejas europeas han terminado desarrollado instintivamente una estrategia: muchas ya no se quedan paralizadas por el miedo, como hacían al principio. Ahora contraatacan cual agresivo equipo de rugby. Se tiran todas juntas en melé, rodean al avispón, le hacen un placaje pero no lo aplastan. Lo matan de calor al subir la temperatura a 45 grados, pues las abejas aguantan hasta los 50 grados, pero las avispas no. La lucha es desigual y no siempre lo logran.

Los científicos avisan que la avispa asiática se expande «como la pólvora».

Ponen sus huevos dentro de orugas herbívoras, alertados por las plantas que estas se comen. Pero otras avispas también acuden y ponen sus huevos dentro de los huevos de las primeras avispas.

Frente a las especies europeas, sorprende por su mayor tamaño y capacidad de proliferación. Cada nido puede llegar a tener entre 1.200 y 1.800 avispas en la época de máxima actividad, cuatro veces más que los de las avispas comunes. Su principal alimento son las abejas, lo que ha llevado a que sean calificadas como «asesinas» por los apicultores. Y su veneno es más potente, además de permitirles clavar el aguijón más de un vez en un ataque.

Las reinas hibernan en cortezas de árboles o rocas y cuando llega el buen tiempo se activan. Entonces, construyen nidos de celulosa que fabrican masticando hojas y que pueden llegar a medir cerca de un metro, casi siempre colocados en árboles a gran altura. En estos días llega la época de poner trampas para capturar a las reinas y evitar que formen los nidos.

Las avispas llevan continuamente alimento para sus crías –las abejas pueden constituir entre un 45 y un 80% de su dieta, pero también capturan arañas, mariposas, moscas, libélulas, orugas y otros animales-, así que los investigadores estudian la posibilidad de infectarlos con bacterias y hongos que, una vez en el nido, matasen a sus inquilinas.

A pesar de todas estas ideas, los expertos coinciden en que es imposible erradicar a la invasora, pero aspiran a «mantener un nivel bajo”.

Por ahora el centro peninsular todavía no cuenta con su presencia: “Probablemente no le gusta el clima. La avispa asiática prefiere las zonas húmedas y templadas todo el año”.

Porque sin abejas no hay polinización ni agricultura; no hay alimentos. La biodiversidad se empobrece. Sin abejas no hay paraíso.

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